viernes, 18 de diciembre de 2015

FIN DE 2015, 
UN MOMENTO DE REFLEXIÓN

Termina el año 2015. Se fue rápido, como el agua, dicen algunos. He platicado con algunas personas acerca del pronto correr del tiempo y todos coincidieron, tanto jóvenes como adultos mayores, que los días y meses transcurrieron demasiado rápidos.

Algunos relacionaron esa sensación con el bienestar de la salud. El tiempo corre mucho cuando uno está bien, pero los que están en cama por enfermedad no sienten lo mismo, argumentan. Esa gente enferma siente eterno el día. Eso es verdad. ¿Pero qué pasa si alguien nos dice que el día ya no tiene 24 horas, sino menos? Nadie lo creería, desde luego. Sin embargo eso parece ser cuando estamos ya entrados en el umbral de una nueva etapa de la civilización actual.

Vivimos ya en la sombra de un cambio climático real. Hay personas que dicen que esto es una falacia, que no es verdadero. Para entender el presente proceso climático no es necesario ser científico ni tampoco adentrarse en gruesos libros con contenido de sesudas investigaciones. El fenómeno está presente ante nosotros. Veamos por ejemplo lo que sucede en nuestro entorno desde hace varios años.

Hace 30 o 40 años en nuestro alrededor se manifestaba la grandiosidad de la naturaleza. Resplandecía enormemente la abundancia divina a través del florecimiento de los árboles frutales. Por doquier apreciábamos matas de naranjas, jinicuiles, aguacates, chinenes y chayotes, que ofrecían sus frutos maravillosamente en forma silvestre. Flores abundantes de gladiolos, nardos y de azucenas en los campos, cultivadas y cosechadas por gente que se dedicaba de lleno a la actividad campirana.

Hoy en día todo ello ha caído. A partir del presente milenio llegó al campo plagas nunca antes conocidas que empezaron a destruir las gladiolas. Los campesinos se resistieron mediante diversas sustancias agroquímicas. Pero al final se dieron por vencidos al ver que las plantas siguieron agonizándose. Hoy en día la flor del gladíolo está eliminada, al menos en los pequeños campos del municipio de Rafael Delgado. Los cafetales también sufren rollas, igual las milpas empiezan a manifestar ciertos deterioros.

En el aspecto humano el cambio climático también nos sacude y nos tambalea. No es normal lo que sucede en el mundo: guerras, atentados terroristas, delincuencia. Tenemos que voltearnos al origen inmaterial de la vida para entender que hemos perdido el camino. Hay que aceptar que hemos caído como humanidad. Y no debemos exigir a los gobiernos para levantarnos. Cada uno de nosotros como individuos tenemos que hacer algo para incorporarnos.

Hay que entender que en la vida solo hay dos caminos, el del bien y del mal; la luz y la noche, el negro y el blanco; la construcción y la destrucción, Dios y el diablo, por decir algo.

¿Qué pasa si nos detenemos en nuestro sendero diario para ver por cuál camino nos vamos? ¿Qué pasa si reconocemos que sólo vivimos en la superficialidad? ¿Qué sucede si de repente nos damos cuenta que la verdadera vida es hacer conciencia de todos nuestros movimientos y de nuestras acciones y dejar a un lado el robotismo de nuestra existencia? ¿Por qué no dejar a un lado el odio, la ambición desmedida, la envidia y el rencor, que son los que causan las guerras, las broncas callejeras, las fricciones entre vecinos y más? ¿Por qué no consumimos menos para aminorar la depredación de la naturaleza?

Lo que el mundo necesita es ser justos, pero no de palabras, sino de hechos. Actuar con la ideología crística en el cerebro, en el corazón y en el espíritu en todo momento. Necesitamos componer al mundo y salvarlo de su torcida condición. Vayamos por el camino de la construcción. Apliquemos dos grandes valores: el amor y el respeto. Dos tesoros mágicos que si los ponemos en práctica todo cambiará.



Si yo te tengo amor y respeto como hermano jamás me burlaría de ti, nunca te robaría ni un peso; podrías dormir con las puertas abiertas de tu casa y no entraría a hacerte daño. Si todos actuáramos así tendríamos un mundo maravilloso. Esto puede sonar a utópico pero no es así, todo es posible teniendo voluntad de hacerlo. Hagamos el esfuerzo por lograr un mundo diferente. Nuestro padre nos dio un hogar; hagamos de él un glorioso paraíso y no un maldito infierno.