FIN DE 2015,
UN MOMENTO DE REFLEXIÓN
Termina el año 2015. Se fue rápido, como el agua,
dicen algunos. He platicado con algunas personas acerca del pronto correr del tiempo y todos coincidieron, tanto jóvenes como adultos mayores, que los días y
meses transcurrieron demasiado rápidos.
Algunos relacionaron esa sensación con el
bienestar de la salud. El tiempo corre mucho cuando uno está bien, pero los que
están en cama por enfermedad no sienten lo mismo, argumentan. Esa gente enferma
siente eterno el día. Eso es verdad. ¿Pero qué pasa si alguien nos dice que el
día ya no tiene 24 horas, sino menos? Nadie lo creería, desde luego. Sin embargo
eso parece ser cuando estamos ya entrados en el umbral de una nueva etapa de la
civilización actual.
Vivimos ya en la sombra de un cambio climático
real. Hay personas que dicen que esto es una falacia, que no es verdadero. Para
entender el presente proceso climático no es necesario ser científico ni
tampoco adentrarse en gruesos libros con contenido de sesudas investigaciones. El
fenómeno está presente ante nosotros. Veamos por ejemplo lo que sucede en
nuestro entorno desde hace varios años.
Hace 30 o 40 años en nuestro alrededor se manifestaba
la grandiosidad de la naturaleza. Resplandecía enormemente la abundancia divina
a través del florecimiento de los árboles frutales. Por doquier apreciábamos
matas de naranjas, jinicuiles, aguacates, chinenes y chayotes, que ofrecían sus
frutos maravillosamente en forma silvestre. Flores abundantes de gladiolos,
nardos y de azucenas en los campos, cultivadas y cosechadas por gente que se dedicaba
de lleno a la actividad campirana.
Hoy en día todo ello ha caído. A partir del
presente milenio llegó al campo plagas nunca antes conocidas que empezaron a
destruir las gladiolas. Los campesinos se resistieron mediante diversas sustancias
agroquímicas. Pero al final se dieron por vencidos al ver que las plantas
siguieron agonizándose. Hoy en día la flor del gladíolo está eliminada, al
menos en los pequeños campos del municipio de Rafael Delgado. Los cafetales
también sufren rollas, igual las milpas empiezan a manifestar ciertos
deterioros.
En el aspecto humano el cambio climático
también nos sacude y nos tambalea. No es normal lo que sucede en el mundo:
guerras, atentados terroristas, delincuencia. Tenemos que voltearnos al origen
inmaterial de la vida para entender que hemos perdido el camino. Hay que aceptar
que hemos caído como humanidad. Y no debemos exigir a los gobiernos para
levantarnos. Cada uno de nosotros como individuos tenemos que hacer algo para
incorporarnos.
Hay que entender que en la vida solo hay dos
caminos, el del bien y del mal; la luz y la noche, el negro y el blanco; la
construcción y la destrucción, Dios y el diablo, por decir algo.
¿Qué pasa si nos detenemos en nuestro sendero
diario para ver por cuál camino nos vamos? ¿Qué pasa si reconocemos que sólo
vivimos en la superficialidad? ¿Qué sucede si de repente nos damos cuenta que
la verdadera vida es hacer conciencia de todos nuestros movimientos y de
nuestras acciones y dejar a un lado el robotismo de nuestra existencia? ¿Por
qué no dejar a un lado el odio, la ambición desmedida, la envidia y el rencor,
que son los que causan las guerras, las broncas callejeras, las fricciones
entre vecinos y más? ¿Por qué no consumimos menos para aminorar la depredación
de la naturaleza?
Lo que el mundo necesita es ser justos, pero no
de palabras, sino de hechos. Actuar con la ideología crística en el cerebro, en
el corazón y en el espíritu en todo momento. Necesitamos componer al mundo y
salvarlo de su torcida condición. Vayamos por el camino de la construcción. Apliquemos
dos grandes valores: el amor y el respeto. Dos tesoros mágicos que si los
ponemos en práctica todo cambiará.
Si yo te tengo amor y respeto como hermano
jamás me burlaría de ti, nunca te robaría ni un peso; podrías dormir con las
puertas abiertas de tu casa y no entraría a hacerte daño. Si todos actuáramos
así tendríamos un mundo maravilloso. Esto puede sonar a utópico pero no es así,
todo es posible teniendo voluntad de hacerlo. Hagamos el esfuerzo por lograr un
mundo diferente. Nuestro padre nos dio un hogar; hagamos de él un glorioso paraíso
y no un maldito infierno.